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El oficial
que reemplazó al pintor en esta tarea no pudo tampoco borrarla. Buscaron entonces a otro que pudiera lograr este cometido, ofreciendo muy buena paga por la labor, llegando a encontrar a un hombre que se ofreció a hacerlo. Sin embargo, cuando éste subió por la escalera para intentar borrar la imagen, no pudo. Bajó de la escalera exclamando: “No se puede borrar al Cristo de la imagen. Cuando quise borrarlo, se le avivaron los colores.
¡No podemos borrarla!” Ya se pueden imaginar que todo esto llegó nuevamente a oídos del Virrey.
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