pasado un tiempo, Antonio de León se empezó a sentir muy mal. Le diagnosticaron un tumor maligno y estuvo varios años sufriendo por dicha enfermedad. Tomaba muchas medicinas, pero nada le ayudaba a combatir esa terrible dolencia. Sin embargo, su fe era inquebrantable y rezaba fervorosamente al Cristo de Pachacamilla pidiéndole que lo curase.
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