Les voy a presentar el primer cuento de la serie Cuentos Formativos (Son cuatro). Esta serie intenta sensibilizar a los pequeños lectores en los grandes retos que nos pone la vida.
TÍTULO DEL LIBRO:
EL CÓNDOR Y LA LUNA
Autora: Bertha Patricia Fernandini León
Un cóndor salió en busca de aventuras y en la noche oscura a la luna se encontró, entonces de muy mal talante le dijo:
–¡Sal de mi camino luna entrometida!
La luna calmada le contestó:
–¿Es eso lo que quieres cóndor?
–¡Sí es eso! –irreverente replicó el cóndor para luego seguir alardeando:
He dejado atrás las montañas más altas y los Andes se han inclinado ante mi. Y yo ni siquiera me esforcé al cruzarlos.
–No me digas –contestó la luna con una sonrisa.
–Tal y como te lo cuento. Aires calientes de los desiertos se han abierto ante mis enormes y negras alas y ni los helados vientos del norte han detenido mi camino.
–No me digas –volvió a decir la luna con sarcasmo.
–Parece luna entrometida que no sabes quien soy. ¡Mírame! ¡Soy el amo de los aires!–y el cóndor en hermoso vuelo parecía estar suspendido en los aires sin hacer esfuerzo alguno.
–No lo voy a negar. Tu vuelo es maravilloso cóndor pero no eres agradecido con tu manto divino, más bien engreído y petulante diría yo –le dijo la luna algo molesta.
–¿Quién eres tu para juzgarme y menos para interrumpir mi ruta? Desaparece de mi vista y deja que
pase sin tu molesta presencia –le increpó el cóndor.
–¿Quién soy yo? Soy la luz de la noche. Y en mi larga vida he visto cientos como tu, altivos, los de cabeza y cuello levantado. Y aunque no lo creas terminaron perdidos en la oscuridad. Ese collar y gran franja blanca en tus alas que hoy ostentas te lo puse yo para que recuerdes que deambular en las tinieblas del orgullo no conduce a ningún lugar.
De pronto cerró sus ojos la luna y la noche la escondió, todo era negro en ese momento. El cóndor
sintió frío en todo su ser, se sentía perdido.
–¡Luna, luna! ¡¿Dónde estoy?! –Asustado preguntó el cóndor.
El cóndor ante la oscuridad que lo envolvía, la misma que le daba miedo, sintió un temor que no conocía. Entonces gritó:
–¡Lo siento Luna. Perdóname! ¡Nunca debí decirte eso!
Todo seguía oscuro y el cóndor estaba nervioso temiendo lo peor intentando ver algo, aunque sea una pequeña luz pero no lo lograba en esa oscuridad que lo envolvía.
Su temor aumentaba y con él su ansiedad de perder todo lo vivido. Entonces suplicó una vez más sin esperanza de hallar respuesta:
Luna déjame una vez más disfrutar de mi vuelo sin miedo y alumbrado por tus bellos ojos que ya
no quieren mirarme.
El cóndor desmoralizado al no tener respuesta cerró sus alas y le dijo:
Sabes luna, yo no lo sabía pero te necesitaba –el cóndor cansado y vencido se dejó caer...
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