–¡Estoy enamorado! –le decía el cóndor a la luna, y la luna sonreía porque ella también lo estaba desde aquella noche en que ambos se encontraron.
–Mi cóndor alocado e intrépido yo, ya no soy la misma desde que te conocí. Los paisajes que dejas en el camino ahora son también mios.
Tengo las alas que no tenía porque cuando vuelas siento lo mismo que tu, me siento dueña de todo lo que miras y en esos viajes también encuentro ganas de seguir viviendo, algo que se me hacía una carga pesada y que tu aligeraste.
–¡Te amo luna! –le contestó el cóndor.
Y la luna volvió a sonreir. El cóndor y la luna eran felices, porque mientras la luna ya no se sentía
inerte el cóndor se sentía abrazado por ella.
Pero cuando salía el Sol y con él un nuevo día, la luna y el cóndor tenían que separarse y ambos con todo eseamor no podían evitar que aquello sucediera. Era la ley de la vida.
El cóndor con el tiempo llegó a odiar al Sol porque lo consideraba el causante de la separación de su amada luna. Y el Sol también odiaba al cóndor porque tenía envidia de ese amor.
–Vaya, vaya, qué tenemos aquí. El emplumado negro esperando la noche –le dijo el Sol al cóndór y el
amo de los aires le dijo de mala gana:
–Si, es verdad. Esperando que te apagues y te metas al agua para dejar que mi bella y hermosa luna me ilumine con su tenue luz, tan dulce como serena, no como tu bola de fuego que quemas y haces daño.
El sol se contuvo y disimulando su enojo le dijo al cóndor:
–Pasaré por alto tu insolencia plumífero. Es más te quiero ayudar para que nunca tengas que separarte de tu adorada e insulsa bola blanca. Perdón, luna quise decir.
–¿Qué dices? ¿En verdad conoces lamanera en que yo pueda estar con mi luna por siempre? –preguntó ingenio el cóndor.
–Tu lo has dicho, por siempre. No en vano soy llamado el astro rey. Debes saber que no hay imposibles para mi. Escucha con atención, pero ten en cuenta que no será tan fácil como imaginas.
Con un poco de esfuerzo alcanzarás tu sueño mi estimado...
esta historia continuará