DOLLAR
Bertha Patricia Fernandini León-Bepafel
Técnica: Acuarela
Tamaño: 48cmx32cm
Este es una de mis pinturas favoritas. Y sé que parece extraño el nombre. Aquí les explico:
Hace muchos años entré a una tienda de mascotas en un gran centro comercial y me enamoré de un perro Shar Pei, perro chino. Me costó 1200 dólares incluyendo su casita. Era muchísimo dinero para mi, pero me deje llevar por la emoción y por la belleza de los pliegues que tenía en su cuerpo, además tenia pedigrí o pedigree en inglés o pide de grue en francés. Cómo comprenderán ese es el origen de Dollar, mi perro Shar Pei. Aunque valió cada dólar que invertí. Durante su juventud se la pasó al pie de la cama de mi papá que en esa época estaba enfermo. Era increíble que este perro decidió cual sería su amo, ya que se dedicaba a cuidar a mi padre y pobre del que se acercara sin aviso. Luego me enteré que estos perros eran muy finos y que sólo eran permitidos en China para la nobleza, los mismos que servían de guardianes. Además no me lo van a creer pero enseño a Helga, mi otra perra Rotwailler a abrir el cerrojo de la puerta, también a ladrar a las empleadas quienes solo podía estar en la casa con mandil. Eso era una cosa curiosa. Las empleadas salían el domingo muy queridas por mis perros pero cuando regresaban el lunes no podían ingresar a la casa si no se ponían el uniforme. Juro que no miento, algo que jamás entendí. Pero si lo vieran al chino rabioso persiguiéndolas por las escaleras de servicio y claro Helga hacía lo mismo. Cuando había una empleada nueva, simplemente le daba el mandil antes de entrar y santo remedio.
Otro detalle de Dólar era que era un busca pelea, cuando dejaban la puerta abierta salía disparado a toda carrera y yo salía corriendo a perseguirlo, porque sabía que era para buscar bronca a otro perro. Este animalito era muy valiente y no le importaba quien estuviera adelante, sea más grande o mucho más grande. Más de una vez me costo muchísimo trabajo separarlo. Pero lo curioso era que su pellejo le servía para que no le pudieran hincar el diente en su carne. El veterinario me decía que si fuera más grande sería un asesino. Pero yo lo quería tanto por su mirada triste y su parada de roca inamovible. Y porque les digo que parecía una roca o de piedra y podía estar en esa posición horas.
Una vez en el jardín de la casa encontramos un hueco y a Dolár escarbando desesperadamente. Nos llamó la atención después ver a Dólar parado al costado del hueco horas sin moverse. Uno y otro día en las tardes estaba ahí. Parecía parte del jardín como si fuera una banca o una piedra. Finalmente un domingo descubrimos a Dólar peleando con una rata que tenía en el hocico hasta que la mató. Por supuesto esto causó un alboroto terrible y llevamos a Dólar al veterinario preocupados por que tuviera rabia o alguna emfermedad posterior. Gracias a Dios todo quedó en nada.
Mi chino como le decía yo, dejó recuerdos muy alegres y a la vez tristes, cómo cada mascota que tenemos, son como etapas de una vida que nos remontan al pasado o a la infancia.
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