Los primeros días de diciembre armábamos el nacimiento con ese papel verde de pintitas ó marrón de piedritas en casa. Todos ayudábamos a poner las figuras para el nacimiento que cada año iban aumentando por alguna compra. El niño no se ponía porque aun no había nacido y lo guardábamos envuelto en una franelita.
Mis cinco hermanos y yo desde los primero días íbamos alimentando esa ilusión que tiene todo niño por recibir sus regalos en navidad.
–¿Ya escribiste tu carta a Papá Noel?– me preguntaba mi papá.
–Aun no termino– le decía ya que la lista de pedidos era muy larga con todo lo que quería pedirle a ese bonachón gordito de traje rojo con correa negra muy ancha y con hebilla dorada que cumpliría mis deseos por haberme portado bien todo el año.
Nada hacía que perdiera la concentración en esa lista que estaba llena de ilusiones y que tantas veces había repasado para no olvidar nada.
–Hay que acostarnos temprano para que pase el tiempo más rápido y venga Papá Noel a dejarnos nuestros regalos– me decía mi hermano menor. Éramos seis y los mayores siempre nos seguían la cuerda cómo se dice y, es que, ése era un compromiso de honor para no quitarle la ilusión al menor hasta que sólo se diera cuenta que Papá Noel era nuestro Papá, mamá y los tío y tías que venían cargados de regalos para los sobrinos queridos. Aunque muchas veces los sorprendidos eran los mayores gracias al ingenio de mi papá para darles la sorpresa con lo que querían o les hacía falta.
Entre risitas nerviosas y ya cansados de ver el reloj que parecía detenerse al propósito para hacer más larga nuestra espera de abrir los regalos el 25 de diciembre a primera hora de la mañana nos quedábamos profundamente dormidos.
Mi papá y mamá se encargaban de poner al pie de la cama los regalos de cada uno en la madrugada. Ya con la tarea terminada se iban a descansar pero no por mucho tiempo porque ya uno de los seis se había despertado muy tempranito y empezaba a gritar:
–¡Mira lo que me trajo Papa Noel!, los patines que quería, la pelota de fútbol de cuero y este bate de béisbol… y a continuación los demás ya sentados en su cama empezaban a abrir sus regalos.
–Mira, mira este trompo gigante con luces de colores, la sobrina de la barbie con su abrigo rojo de terciopelo, y este juego de té de porcelana en miniatura, mi muñeca con pelo de verdad, los rompecabezas… gritaba emocionada mientras una pelota pasaba sobre mi cabeza hasta la pared, era de mi hermano jugando paleta pelota y empezaba la algarabía de la niñez, mi hermanito con su triciclo gigante de un lado a otro, el otro con su trompo encima del comedor de la mesa, el otro en patines haciendo una bulla descomunal mientras el trompo de luces de colores hacía lo suyo mientras mis padres intentaban seguir durmiendo, pero eso era imposible porque todos íbamos a su cuarto y nos parábamos delante de ese ropero gigante frente a su cama para decirles a voz en cuello:
¡¡¡¡Mira lo que nos ha traído Papa Noel!!!!!!
Mi papá y mamá con su mejor sonrisa y con cara de asombrados nos decían:
¡Todo eso les trajo Papa Noel! ¡Qué lindo! A ver enséñame… y con la paciencia del mundo le dedicaban ese tiempo especial a cada uno haciéndonos aún más felices, compartiendo nuestra alegría y emociones.
El árbol plateado con luces de colores destellaba al igual que mi familia, un desayuno con chocolate y panetón tostado con mantequilla y mermelada para los más dulceros empezaba el día más esperado del año. Luego las visitas a la casa de la abuelita, tíos y familia completaba ese 25 de diciembre.
Momento inolvidables que vuelven a mí cada Navidad para tener presente a mi papito querido que ya no esta conmigo y que desde el cielo me mira y yo no tengo palabra para decirle cuánto le agradezco todo los esfuerzos que hizo por mí y mis hermanos y que nunca le podré agradecer lo suficiente. Porque esos maravillosos recuerdos son el regalo más grande que nosotros les podremos dar a nuestros hijos y no es el regalo en sí sino esa lucha por hacernos felices de niños intentando congelar esa inocencia que se atesora con los años y nos sigue haciendo felices.
¡Feliz Navidad Papito allá donde no hay imposibles, TE QUIEROOOOO!!!!!
La Navidad no es solamente para los niños, la Navidad es ese recuerdo cálido y eterno que atesora nuestro corazón y que acorta las distancia con los seres queridos porque los mantiene cerca de nosotros por siempre. Nuestros hijos atesoraran los recuerdos y estaremos siempre unidos en esta cadena de amor por siempre.
¡Feliz Navidad 2016!